Ayer fue un día muy especial. Ayer culminó una espera llena de novedad, miedos, risas, preocupaciones, ignorancia por resolver y preguntas que responder; pero sobre todo, colmada de amor y esperanza. Ayer nació el pequeño Alejandro, el primer hijo de mi mejor amiga.
Recuerdo cuando mi amiga aún no sabía que estaba embarazada
y tenía un especial cansancio. Yo le pregunté si no estaba embarazada y ella me
respondió “No, soy floja”. Y no, no es floja (jajajaja).
Ayer fui a verla a la clínica. No llegué a ver al bebé, ya
se lo habían llevado las enfermeras. Pero el solo hecho de estar con mi amiga,
ella agotada y completamente feliz, hizo que algo en mí se conmoviera. Sentí
una emoción muy grande y muchísimas ganas de protegerla.
¡Es mamá! Mi amiga loca, alegre, generosa, bondadosa, mi
cómplice. Si ya la vida le cambió al casarse, ¿ahora? Ahora siento que es una
nueva mujer. Tal vez menos loca, o igual de loca pero de una nueva y más
responsable manera. Mi amiga linda. Pero siempre buena. Con un corazón grande.
Ahora tiene un brillo especial en ojos. Un brillo con nombre
propio: Alejandro.
Sé bienvenido, pequeño bandido.
Te adoro, amiga mía.
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