Conoces a un chico. Ya sea por una asignación de la universidad, el
trabajo, una salida con un grupo de amigos, un curso, un seminario, o cualquier
situación. Tú estás de buen humor. Tranquila. No piensas en romances ni en
aventuras amorosas. Simplemente estás tratando de llevar tu día con alegría. Y
en ese afán, entablas una conversación con ese chico. Una conversación
sencilla. De cualquier tema: música, el partido de fútbol de anoche, sobre otra
persona en el grupo a la que están tomando el pelo (en buena onda, claro), las
lluvias que arrasaron con la ciudad, etc. Y como te encuentras de buen humor,
te ríes y bromeas un poco. Estás tranquila y sonriente. Eres tú misma, sin
poses ni preocupaciones.
De regreso en tu hogar, sentada frente a la computadora,
encuentras que ese chico te agregó al facebook y tú aceptas su invitación de
amistad. Y sigues con tu vida como siempre.
