He leído muchos recuentos del año 2012, todos ellos describiendo
excelentes años. Leí de premios, reconocimientos, viajes, logros, alegrías y
cosas buenas. Algunos de estos recuentos iban acompañados de fotos de gente con
sonrisas perfectas en situaciones geniales.
Pero no todos podemos hacer esta clase de recuentos. Tal vez
el 2012 trajo días de gran tristeza, de desconcierto; o probablemente sintamos
que fue un año inútil. Puede que nos hayamos frustrado mucho y que los
tropiezos se hayan dado una y otra vez. Quizás nos vino el sentimiento de no
luchar más. Quizás nos atacó la desesperanza.
Estas palabras las dedico a quienes sienten que mejor es no
hacer recuentos. Que prefieren olvidar las penas del año que acaba de terminar.
Si es lo mejor para ustedes, olviden. Pero recuerden que
cada segundo nuevo, es una nueva oportunidad. Que el presente se convierte en
pasado en el momento siguiente y que no vale la pena seguir sufriendo.
Si seguimos respirando, seguramente hay un motivo para ello que
aun no hemos descubierto. Y si seguimos viviendo, tal vez sea el momento de
mirarnos a nosotros mismos. De ver que existen muchas bendiciones en nuestras
vidas que damos por sentadas. La vida está más llena de “buena suerte” de lo
que nos damos cuenta.
Personalmente, me he propuesto agradecer más este 2013, y
así hacerlo el resto de mi vida. Tengo salud, tengo amor, y tengo frustraciones
que me hacen dar cuenta que ESTOY VIVA. No hay cosas malas en esta vida, sólo
algunas sombras para que la luz de esta magnífica obra de arte resalte. Y si es
así, pues es mi deber voltear la mirada al brillo de todos los dones que me han
sido dados.
Gracias 2012.
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