lunes, 17 de diciembre de 2012

Viajando ligero

HOFETZ CHAIM
En el siglo pasado, un turista de los Estados Unidos visitó al famoso rabino polaco
Hofetz Chaim.
Y se quedó asombrado al ver que la casa del rabino consistía sencillamente
en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una mesa y
una banqueta.
«Rabino, ¿dónde están tus muebles?» preguntó el turista.
«¿Dónde están los tuyos?», replicó Hofetz.
«¿Los míos? Pero si yo sólo soy un visitante... Estoy aquí de paso... », dijo el
americano.
«Lo mismo que yo», dijo el rabino.
Cuando alguien comienza a vivir más y más profundamente, vive también más
sencillamente.
Por desgracia, la vida sencilla no siempre conlleva profundidad.

Anthony de Mello, S. J. – “El Canto del Pájaro”



Ahora que se acerca la Navidad, y que es tiempo de limpieza en la casa, aprovecho para buscar – botar – redestinar muchas cosas que pasan la vida dormidas en el olvido del último rincón de los cajones, closets, habitaciones, y que no hacen más que ocupar espacio.

Para mí siempre ha sido difícil este proceso. Primero, porque a mi mamá no le gusta que bote cosas, que las regale. Siempre piensa que las podemos usar para algo. Cuando ella ordena, normalmente acomoda mejor las cosas que ya tenía. No obstante, tengo que reconocer que ahora último está repensando las cosas, la vida. Se ha dado cuenta que tiene que “aligerar su carga” y poco a poco está permitiendo que me deshaga de más y más cosas. Esto me alegra mucho. Me alegro por ella.

Segundo, porque todo lo que he hecho, lo he hecho con amor. Por ejemplo, tenía guardados mis cuadernos del colegio, cuadernos escritos con mucho esmero. Sí, todos. Bien ordenados. Sabía exactamente dónde encontrarlos. Pero a inicios de este año sentí que me estaban “comiendo”, que se apoderaban de mi espacio. Así que decidí quedarme con algunos, los más especiales, y el resto deshojarlo para llevarlo a reciclar. Igual hice con los libros de texto. Separé todos los de Inglés y algunos de Historia, Literatura y Biología. Éstos últimos, culpables de mi interés por la genética. El resto, para regalar.

Este proceso de deshacerme de todo lo que no necesito empezó cuando caí en cuenta que si quiero vivir fuera de la casa de mis papás, debo determinar qué efectivamente necesitaré y no ser “fresca” y dejar el resto a mis papás. La casa es grande, pero no estaría bien hacer eso. Además, la vida es un círculo y el karma llegará el día en que mis papitos no se encuentren más en este mundo y yo tenga que decidir sobre un montón de cosas que sólo me harían sentir más fuerte la pena de su partida.

Hacer esto también ha hecho que me replantee mis salidas de compras. Son y siempre han sido muy pocas. No obstante, las personas solemos comprar cosas “por las puras”. Porque sí. Hay lugares especialistas en eso. Hay una cadena de tiendas, y siempre que puedo visito alguno de sus locales para “curiosear”, que tiene infinidad de “cositas lindas”. Desde toallas, pasando por juguetes, libros, colgadores para todo lo que se pueda colgar (o sea casi todo) y adornos para todo lo que se puede adornar (o sea todo). Sí, he comprado algunas cosas ahí. Pero puedo decir que sí las necesitaba. Algunas sobrevaluadas, pero que finalmente sí las uso.

“Antes de comprar algo, piense: ¿Qué me pasará si no lo compro? Si la respuesta es “Nada”, NO lo compre; porque no lo necesita.”

Warren Buffett, inversionista y empresario multimillonario.

La idea de fondo es no apegarse a las cosas. Lo único que logramos es hacernos esclavos de ellas. Y ¿para qué? Si finalmente estamos de paso por la Tierra. Si lo que en verdad buscamos es llenar un vacío que jamás podrá ser llenado por un auto, un avión o un nuevo par de zapatos. La pregunta es: ¿Qué estamos buscando?

EL DIAMANTE
El sannyasi había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para
pasar la noche.
De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo: «¡La piedra!
¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa!».
«¿Qué piedra?», preguntó el sannyasi. «La otra noche se me apareció en sueños el
Señor Shiva», dijo el aldeano, «y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras
de la aldea, encontraría a un sannyasi que me daría una piedra preciosa que me haría
rico para siempre». El sannyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra.
«Probablemente se refería a ésta»; dijo, mientras entregaba la piedra al aldeano.
«La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Por supuesto que puedes
quedarte con ella».
El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el
mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre. Tomó el
diamante y se marchó.
Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir.
Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al sannyasi y le dijo: «Dame la
riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante».

Anthony de Mello, S. J. – “El Canto del Pájaro”

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