lunes, 4 de marzo de 2013

La "No Sexy" de la playa


Ahí me encontraba. Muriendo de calor y aburrimiento. En medio de los viejos y aburridos amigos de mi papá. Sentada en una mesa esperando mi plato de comida. La especialidad de la casa sería. Sentada mirando a mi alrededor. ¡Cómo habían cambiado las cosas!


Recordaba mi niñez en esa playa. Playa de mar tranquilo. Una pocita, literalmente. Ahí, la ola grande rompe en la orilla misma, así que sólo tenías que seguir al agua cuando se retiraba para estar unos pasos después en una piscina bamboleante, perfecta. Yo solía alquilar, junto con una prima, una cámara de llanta para agarrarnos de ella y estar largo rato flotando en el agua. Hablando, callando. Simplemente disfrutando. 


Había poquísima arena, sí muchas rocas. Muchas “chaquenas”. Las usábamos para aguantar la sombrilla la llevábamos. Las pisábamos con cuidado para llegar al mar. Jugábamos con ellas. Admirábamos su redondez y sus colores.

Pero la realidad ante mis ojos era muy diferente. Había gente, mucha. Demasiada. El restaurante donde esperaba me sirvieran la comida abarcaba la mitad de la playa. Su música me aturdía. La gente caminaba por mi lado, en las mesas conversaban. Vi muchas chicas bonitas. Todas con el cabello suelto, hacia un lado. Así como quien no quiere la cosa, pero que en realidad sí se quiere, porque se sabe que así una se ve más atractiva. Todas en sus coloridos bikinis, luciendo su piel bronceada haciendo contraste con los reflejos claros de sus melenas alborotadas.  

Y ahí estaba yo. La “no sexy” del lugar. En shorts azules y con mi querido polo blanco estampado con una imagen de Los Simpson. Ese polo que a la única que emociona es a mi sobrina de 4 años. “¡Los Simpson!”, exclamó la primera vez que lo vio. Con mi expresión de aburrimiento, desconcierto y nostalgia; “¿por qué es que las cosas tienen que arruinarse de esta manera?”, pensaba. Revivía en mi memoria esos días de verano de mi niñez. Posando para el lente de mi papá, mi fotógrafo “number one” de mi niñez. Inventando juegos con las chaquenas, escuchando como mi mamá me decía que caminase con cuidado para no resbalarme, flotando en el agua. Disfrutando del sonido del mar y del sonido de la soledad. Sonidos amigos que no estaban más.

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