sábado, 16 de marzo de 2013

Perdiendo algo más que una muela del juicio



"Espero perder sólo la muela, y no el juicio” bromeaba antes de que me sacaran la muela del juicio de lado izquierdo superior de la boca. Hacía días que me dolían los dientes por esa zona así que fue donde mi dentista y su pronóstico fue que me tendrían que sacar la muela del juicio.


Ayer viernes, a las 10 am, tenía programada mi operación con cirujano maxilofacial. Llegué en punto y esperé 15 minutos o tal vez un poquito más a que llegara el médico. El procedimiento fue relativamente rápido, 45 minutos o un poco menos. Todo salió muy bien. Mi mamá me acompaño y juntas escuchamos las indicaciones del médico: pastillas opcionales para el dolor, antibióticos y una inyección que me la tenía que hacer poner lo antes posible, antes que el efecto de la anestesia se desvaneciera por completo.

Con mi mamá salimos cerca de la casa, compramos los medicamentos y la aguja y nos dirigimos al tópico de una reconocida cadena de farmacias. Llegamos, pagamos el mínimo costo de la puesta de la inyección y llegamos donde una enfermera que le pidió a mi mamá que se retirara a la zona de espera. Me acomodé para que me colocara la inyección.

Horrible, fue horrible. El dolor se incrementaba cada vez y juro que vi a Judas calato bailando el Harlem Shake haciendo el paso del caballo. Cuando terminó la enfermera, me acomodé el pantalón y me acerqué a su escritorio para darle mis datos. La pierna derecha, lado donde me colocó la inyección me dolía muchísimo, así que estaba apoyada con las manos contra su escritorio, sosteniendo mi peso sobre el pie izquierdo. “Edad”, “apellidos y nombre”, “DNI” … en eso sentí un mareo como hacia la puerta, hacia el lado izquierdo…

Estaba a punto de despertar de un sueño, ver mi cuarto, mi cortina. Abrí los ojos. Un momento. Estoy en el tópico de la farmacia. El médico que vi hace un rato está al frente sosteniendo mis piernas en alto, está al lado de mi mamá. La enfermera está sosteniendo mi cabeza. Un momento, no estoy en la camilla. Entonces, ¿dónde estoy? Estoy en el piso.

Empecé a recuperar la conciencia. Pregunté qué había pasado. Me dijeron que me levantarían para llevarme a la camilla, que estaba a dos pasos. “Coloca un pie acá”, me dijo el médico señalando la escalerita. Me echaron. Me dijeron que me había desmayado. “¿Qué es eso?” Pregunté al ver una mancha grande y roja en el verde del pantalón de la enfermera. “Es sangre, te has golpeado la cabeza y te has hecho una herida”. “Perdóname”, respondí.

Entendí vagamente lo que estaba ocurriendo. Me puse a llorar. Sentía rabia. Me había desmayado, y por no darme cuenta de lo que me iba a pasar, me había roto la cabeza. Y ahora estaba echada, cuando el cirujano en la mañana me había dicho que podía estar de pie o sentada pero que no me echase. Tenía que estar echada para recuperar las fuerzas. “Hay que ponerle suero”, dijo el médico. “No..., no por favor”, imploré, “no me pinchen”.

Ya más calmada me dijeron que me había desmayado y que había chocado mi cabeza dos veces contra una mesa. Tenía un hueco de tres centímetros de ancho en el lado derecho de la cabeza y tenían que coser la herida. Elevaron un poco más el respaldo de la camilla para que no estuviera tan horizontal. Me sentía rara y desconcertada. Todo había sido muy rápido. Simplemente había sentido un mareo. Las veces anteriores que me he desmayado, por tomar laxante (por un par de casos extremos de necesidad) o por mucha fiebre, había sabido reconocer los síntomas, había tenido tiempo para pedir ayuda y dejarme caer sabiendo que sería atendida. Esta vez no.

Estuve hasta la 1pm en el tópico. Mi mamá tuvo que comprar varias cosas para que curaran (así funciona en ese tópico, el paciente compra el medicamento en su farmacia y la atención médica es gratis o muy barata), y buscó por muchas farmacias el hilo para mi cabeza. A Dios gracias lo encontró. El médico no recetó medicinas. Ya con lo que debía tomar la operación de la muela, estaba cubierto el cuidado de la operación de la cabeza.

Llamé a mi papa, que justo estaba saliendo del trabajo. Le expliqué brevemente lo que me había pasado y le pedí que me recogiera. Vivo a unas cuadras del tópico, pero seguía sin muchas fuerzas y el sol calentaba con toda su potencia.

Anoche casi no dormí. No hallaba la postura adecuada. Si me apoyaba mucho del lado izquierdo me dolía la boca. Si me acostaba al lado derecho, me dolía la cabeza. Ayer no debí hablar y mantenerme vertical. Ahora me sangra la encía cuando me echo. Tengo que tomarlo con calma y tratar de descansar sentada. Y debo tomar con buen humor el color amarillo zapallo de mi cara. Nunca me había visto tan pálida como ahora.

Hace unos días yo bromeaba con que la operación de la muela haría que perdiese la muela y el buen juicio. Nunca me imaginé que esa muela, también, me haría perder la conciencia.

Mi cabeza accidentada. El doctor se esmeró en que la curación fuera simpática.

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