lunes, 1 de diciembre de 2014

El regalo prometido


¿Se acuerdan de la película El Regalo Prometido de 1996 protagonizada por Schwarzenegger? En ella el fornido protagonista pasa por mil y un aprietos para conseguir el regalo de Navidad que le había prometido a su hijo: el muñeco de Turboman.

No importa si tu hijo no quiere ese muñeco y quiere un "Max Steel",  si tu hija desea recibir una "Bratz". O si tú mismo esperas el último celular o un iPad. Ahora en esta época navideña, las tiendas, los centros comerciales y los fabricantes nos bombardearán de publicidad para que los pequeños, y no tan pequeños de la casa, pidan (por no decir exijan) algún antojo especial para recibir el 25 de diciembre.



¿No les parece estresante? ¿No se ha convertido ya en un peso más que una alegría el hecho de recibir algo en estas fechas?

Empezando por que en Navidad se celebra el nacimiento de Jesucristo, y no sé ustedes, pero si es su cumpleaños, creo que nadie más debería reclamar como derecho casi inalienable el recibir un regalo.

Segundo, ¿no son estas épocas las que deben evocarnos los sentimientos más puros y profundos? ¿Acaso el consumismo es uno de esos sentimientos?

Por otro lado, ¿no se ha convertido en una competencia ver quien ha recibido los mejores regalos? ¿O quién es que los da?

La verdad, el acto de dar regalos en sí mismo no tiene nada malo. El problema es en lo que ha degenerado. Tratemos de educar, y educarnos, en darnos cuenta de lo realmente importante y no volvernos locos por algo que no tiene lugar en estas fechas.

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